Miedo al fracaso

Me encuentro preparando el microtaller sanador que comparto el próximo viernes en Salamanca. Resulta que casi hace un año de aquella visita a Barcelona, a Montserrat… Me fui a Barcelona todo convencida de que tenía que lanzar esta escuela que creé. Sólo tenía tres meses y creía que iba a echar a andar ella sola. Y como me empeño y me empeño en verle el punto positivo a todo lo que vivo, me doy cuenta de que ahora estoy preparada para ver que sí que andó, pero no como yo esperaba.

Lo que yo esperaba era que viniera alguien interesado en trabajar con la Flor de Lis y no apareció nadie. Además se dieron algunas situaciones “extrañas”. En Salamanca había probado también presencialmente y tampoco había tenido mucho éxito. Así que nada, volví a mi ordenador. Sí es cierto que iba con tantas expectativas que me encontré con un ¡ZAS EN TODA LA BOCA! ¡Sí! Fue lo que se conoce como auténtico fracaso. Pero reitero, le voy a ver el punto positivo ahora que estoy en otro momento. Desde donde lo vivo yo, manifesté un gran MIEDO AL FRACASO. Ese miedo al fracaso que a muchos nos impide avanzar, cambiar de actitud, salir de nuestra zona de confort, etc. Miedo a lo que digan los demás después de ese fracaso estrepitoso, miedo a no cumplir contigo mismo lo acordado. El fracaso conlleva derrota, la derrota conlleva la existencia de la victoria. Y yo me digo, ¿cómo puedo trascender ese sentimiento de derrota? ¿Acaso estoy viviendo una guerra dentro de mí? ¿Contra quién lucho? ¿Contra la vida, el universo, la sociedad, el sistema educativo, mi familia…? ¿WTF? Que no, que no quiero luchar más, que estoy cansada. Que ya no quiero más. Pero luego siempre vuelve, otra vez, a esa lucha por salir del fango. Entonces un libro te llama, te invita a que continúes con su lectura y te encuentras con lo que te está ocurriendo ahora contigo misma en este momento en presente: te has vuelto una luchadora del fango, una curandera, te mueves como pez en el agua en la oscuridad de la psique humana. La comprendes, la entiendes, la ves, te acompañas de sus mecanismos, de su profunda humanidad, de sus antiquísimas memorias… Te metiste en el fango y ahora este lodo se ha convertido en tu compañero diario, trabajas con él, en él. Hay quien tiene miedo a la oscuridad pero esta oscuridad te permite llegar a la gran capacidad de encontrar tu luz hasta en la ciénaga más oscura. Me enfrento a ella, desde lo que soy, que va cambiando a cada instante. Siempre con algo presente, el AMOR PROPIO. No se puede sumergir uno en su psique sin llevar un frasco de esto en su bolsillo. Una vez, una gota de este amor propio, me salvó de la locura. Agradecida estoy por ello, y agradecida a mí misma por haber intentado tantas veces ser feliz, por intentar salir de la ciénaga, del bosque, del mar bravo… Y, ¿qué va a ser ahora? Ni idea, depende pero no depende de mí. He cambiado todos los precios de los cursos que realizo. He puesto los precios que considero justos para el trabajo que realizo día a día, porque mientras no me veis en vídeo o en Facebook, estoy casi siempre sentada en un escritorio sumergiéndome enfrentándome a la oscuridad que todos llevamos dentro. Si después de esto, mis necesidades terrenales no se ven cubiertas, cierro el tinglao, o lo transformo.
Como he escrito en otra ocasión: he venido a que la realización de mi ser me devuelva al universo.

Namaste.

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