Identidad y el cuento de la lámpara que creía ser Luz

Se me olvidó Quién Soy y por ello necesité poner mi identidad en el Mundo. Sin embargo, una noche creí romperme y así fue. En el Mundo habito sin ser el Mundo, en él me Recuerdo, él me Refleja en cada instante. Él me ayuda, eternamente agradecida.

No Soy mis ideas, No Soy mi ideología, No Soy mi carácter, No Soy mi familia, No Soy el dolor, No Soy el Sufrimiento, No Soy mi empleo, No Soy mi ocupación, No Soy mi pasado, No Soy mis emociones, No Soy mis pensamientos, No Soy mi cuerpo, No Soy mi casa, No Soy mi carrera, Ni Siquiera Soy mis experiencias… Soy Nada de Esto, aún así pretendo meterme en una caja de contenido de la que querré escapar tarde o temprano. Cómo encasillar algo que está en Constante Evolución, que no para de Transformarse porque así le es dado en su Naturaleza.

Sin embargo, el Mundo que una vez construí necesita que me identifique, que me crea que soy el coche que conduzco o el libro que leo para seguir vivo, para alimentarse de la energía que me es dada diariamente. Así que el Mundo es ahora el que me ayuda a Construir otro Nuevo Mundo en el que la identificación ya no es necesaria, en el que el muro y la barrera se han transformado en una línea transparente de Respeto.

Érase una vez una lámpara que se admiraba a sí misma por la luz que producía, era una luz intensa, fuerte, de un amarillo rotundo. Estaba contenta porque su luz iluminaba. Un día, la lámpara dejó de brillar. Se puso muy triste, ¡ya no había luz! Qué sufrimiento, qué dolor, no se creía lo que ocurría, por más que intentaba entenderlo no podía. Pasó muchos días en la oscuridad en los que se decía:

¿Habré hecho algo mal? ¿Tal vez olvidé algo? ¡Ayuda! ¡Socorro!

 Pero una noche, en mitad del oscuro llanto, se dio cuenta de que había algo más: ella seguía estando allí, aunque ya no iluminara, algo seguía permaneciendo. Oh.

A la mañana siguiente se despertó, tranquila, en calma. Y para su sorpresa con luz, volvía a brillar. Esta vez la luz era blanca y suave. Se puso muy contenta, ¡volvía a iluminar! ¡y ahora era blanca y suave! ¡guau! Entre tanto alboroto paró en seco y se dijo:

Si una vez dejé de brillar, podré dejar de brillar otra.

Comprendió que ella no era la luz, si no la que sostenía aquello que iluminaba.