Abuso por machismo- Aliento 20- Te Regalo un Aliento©

Llegados a este punto del libro he de decir varias cosas más. Estamos inmersos en un mundo y un ambiente tremendamente machista y competitivo, donde nada parece ser suficiente: el patrón y el listón de exigencia es tan alto que algunas personas caemos por el camino. Ese machismo nos lleva continuamente hacia un patrón de perfección muy difícil de alcanzar y sostener en el tiempo, si se quiere ser uno mismo en lugar de ser una versión mediocre o figurada de quien uno es. La mediocridad viene dada por una falta de valoración de lo que se supone que es estar vivo en la Tierra. Ese «estar vivos» en un cuerpo físico —no necesita de nada más que no sea el simple hecho de estar en el cuerpo. No puedo ser yo mismo si no es uno mismo el que habita los huesos y la carne.

Concebimos la muerte como el fin de nuestra existencia, como si estar vivos fuera tan solo este momento; y aunque en parte podemos tener razón, en parte también estamos equivocados.
Todas las mujeres y todos los hombres tenemos algo que nos lleva o nos devuelve a esa parte de nosotros donde parece no haber nada más que esta vida. Pero si te paras a escuchar esa parte, se convierte en el dintel de una puerta por la que podemos cruzar a nuestra conveniencia y por nuestra propia satisfacción: la de estar vivos en el cuerpo y fuera de él.
¿Qué tendrá que ver la muerte con el abuso machista? Todo, lo tiene que ver todo. El machismo es una fuerza generada y una estructura conformada desde una bóveda de pensamiento que nos lleva al continuo abuso de esa capacidad nuestra de producir —fabricar, elaborar, ofrecer bienes y servicios, colaborar altruistamente, etc. — que tanto protagonismo tiene en el capitalismo del siglo XXI. Ese exceso de producción marca la pauta de nuestros ciclos y no al contrario, que es como creo que debería ser. Es como pedirle a una mujer que tenga muchos hijos seguidos sin haberse recuperado del parto anterior, o como si una tuviese que funcionar en un entorno de abuso como si éste no existiera. Si pudiera cada uno vivir y estar con esos ciclos que nos son propios, nuestra calidad de vida aumentaría en grados. No solo por disponer del tiempo necesario para recuperarnos de la energía depositada en la labor que nos ocupa, sino también porque en ese estar con nuestras pausas o descansos, además de producirse una revitalización, se generan los espacios apropiados para escucharnos, darnos cuenta de las cosas que nos suceden o para percibir sutilmente, que algo no anda bien.
La feminidad está desgastada de tanto desempeñar el mismo papel, el puesto que ocupa en la civilización y las labores que realiza no corresponden con todo el potencial que tiene. Ese desgaste se debe a que ha asumido una posición de sacrificio y ayuda que no le corresponde por obligación y que la lleva a aislarse continuamente en sí misma. Sacrificarse y obligarse a hacer lo que se supone que tienes que hacer como madre, como hija o como mujer, es lo mismo —literalmente— que cavar más honda tu propia tumba o dejar que te devoren un poquito más cada vez.
Receta 20
El abuso se da de raíz en nuestros cuerpos, en las medicinas, en la cama, en la cocina, en la enseñanza, en el aspecto económico, en el sometimiento cotidiano, en la falta de independencia, en las emociones o sentimientos propios usados por otros bajo pretexto de ayudarnos y hacerlo por nuestro bien, etc. Llega hasta tal punto que te pueden decir qué hacer, cómo, cuándo, dónde y por qué. Es más evidente aún, cuando los que te dicen qué hacer y cómo ser, no mueven un pelo para ellos abandonar la posición de privilegio que tienen, y que por supuesto, no quieren soltar: que te escuchen, te den atención y te apoyen, se cotiza muy alto. Pero a la hora de la verdad, a una misma o a uno mismo, ¿quién le apoya?
Práctica: hoy investiga en tu pasado o en ti misma e intenta reparar en qué es aquello, que siempre o casi siempre alguien hace en tu lugar pero que pertenece a tu territorio (tu casa, tu trabajo, tus cuidados, tu cuerpo, tus relaciones, etc.). Cuando des con ello, ten presente que en hacer eso por ti misma —o aprender a hacerlo— tienes tu libertad y en esa libertad, el fin del abuso.