Simplificar la vida a pesar de su complejidad- Aliento 16- Te Regalo un Aliento©

Amo todo lo relativo a la existencia humana, principalmente por lo que resulta del acto de vivirla, del pasar de los años y las circunstancias. Recuerdo cuando leí «La casa de los espíritus» de Isabel Allende. Me encontraba en plena adolescencia en Jaén. Era verano y teníamos esas noches calurosas que los de allí conocemos. Empecé el libro y no pude parar hasta que lo acabé. En menos de una semana me lo había leído. Lo que me sorprendió de la historia fue la repetición en distintas generaciones del mismo hecho entre la mujer y el hombre. Quién me iba a decir a mí que, años más tarde, yo me estaría preguntando sobre esto mismos para aplicármelo a mí. El día que acepté que una mujer joven e inteligente como yo había podido ser anulada y rota en mil pedazos por un maltratador psicológico, comenzó la búsqueda del por qué y del cómo había podido llegar hasta ese punto.

Han pasado ya un número de años suficiente como para poder echar la vista atrás. Mucha energía y mucho esfuerzo he tenido que hacer para recuperarme y si bien, a veces parece que retrocedo, cada vez avanzo con más fuerza y más conocimiento sobre mí misma. Las dos semanas siguientes a haberme dado cuenta de la situación que había estado viviendo en aquella relación, estuve llorando sin poder parar de hacerlo. Creí haberme vuelto loca por lo siguiente: por querer entenderlo a él forcé la conciencia que tenía de mí misma en ese momento, lo cual me produjo una rotura de la energía psíquica por el impacto que causó el entender dos realidades —la suya y la mía— antagónicas y ambas totalmente válidas para el universo. Lo que luego he tardado años en descubrir y lo he hecho en la más absoluta soledad, es que en esta realidad había irresponsabilidad y egoísmo y en la mía no. Mi error fue no haber sabido decir basta en ningún momento: no supe pararlo; no consideré si quiera que tuviera derecho a hacerlo. Mi voz estaba amortiguada por mi condescendencia. De alguna forma él tenía derecho a ser así y yo no, porque mi forma de ser era el problema. Dejó de atacarme cuando ya pasé a vivir como un autómata sin voluntad. Ver aquello me destrozó el alma porque no entendía qué clase de persona necesitaba someter a otra, a otra a la que supuestamente amaba, todo para sentirse a salvo y tranquilo.

A raíz de esta experiencia, aprendí a reconocer experiencias similares en mis entornos más cercanos y familiares. Me consolaba diciéndome: ellos no lo saben.

Receta 16

Aquel que llamamos «maltratador» vive y se concibe con cierta superioridad al respecto del maltratado. Por los motivos principales que sean, el maltratador se siente superior, más fuerte o más importante que la víctima y ésta a su vez, asume o acepta este lugar, de forma que, en tanto y en cuanto no se coloca al mismo nivel en términos de igualdad y dignidad humanas, forma equipo con el maltratador. El hecho de que la víctima consiga colocarse en este lugar, le permite asumir su poder y romper con la inercia en la dinámica relacional existente desde este nivel de coherencia y/o ética. Es en esta igualdad en la que se puede acceder a la conciencia del límite entre el abusado y el abusador, para llegar a emprender los mecanismos de acción adecuados para interrumpir el proceso.

Práctica: busca un talento propio que tengas en común con esa persona que sientas que te maltrata o que haya abusado de ti. Una vez encontrado, piensa si esto podría ser realmente un problema para él en la relación. Ejemplo de talentos o capacidades: habilidad para el deporte o para alguna actividad —escritura, comunicación…—, un rasgo de la personalidad —asertividad, capacidad para conectar, generar confianza, generosidad… Incluso, un sueño que te hayas propuesto conseguir como propio. No es un talento, pero sí que es una situación que puede devenir en desconfianza ajena.