Mucho estudio y mucho trabajo musical- Diario de mi Evolución© 6

Es en Salamanca donde he vivido la época más angustiosa de mi vida. Me tuve que creer que no estaba tan mal, que después de todo hasta salía ganando —hay que ver lo que somos capaces de contarnos a nosotros mismos con tal de no admitir la realidad que tenemos. Es normal, yo no quería parecer desagradecida con mi padre ni con su familia. Por otro lado, tampoco tenía la fuerza suficiente para estar en otro sitio y en otras condiciones. Aquí tenía la opción de continuar los estudios de guitarra. Recuerdo perfectamente la bienvenida castellana, fue una buena dosis de realidad negativa:

-Hola, venía a preguntar cómo puedo acceder al centro, estoy matriculada en primero de superior en Sevilla.- yo en la ventanilla de secretaria del centro.
-Tendrás que hacer la prueba de acceso para entrar- me contesta la secretaria.
-Pero ya hice una prueba para entrar en Sevilla.
-¡Pues eso les servirá a los sevillanos! ¡Porque aquí NO!
Aquella respuesta que no supe encajar en ningún lugar porque la verdad es que no me la esperaba, solo fue un anticipo de lo que me iba a encontrar los años siguientes en ciertos lugares de Castilla.
He de reconocer que en Salamanca me he encontrado con gente de buen corazón, pero el nivel de cerrazón y negatividad es atroz. No sé dónde se guardan la amabilidad gratuita —la que se da a cualquiera independientemente de su condición social, ocupación laboral o edad cronológica. Por suerte, te encuentras con personas que en la fría Castilla son como un rayo de sol sureño, aunque tal vez sea, por su condición de extranjero.
Mi gran sorpresa en el Conservatorio de Salamanca —además de la burocracia elitista— fue un encuentro de tres años con un hombre al que guardo mucho respeto, admiración y afecto. Antes de conocerlo había oído hablar de él y lo cierto es que nada bien. Él iba a ser mi profesor de instrumento. Llegué literalmente acojonada a clase el primer día, pero para mi sorpresa, todo fue bien. La segunda clase también fui muy cauta pero me volvió a sorprender positivamente. El supuesto lobo no daba muestras de ferocidad. Hasta algunos compañeros se sorprendían, porque me preguntaban que qué tal con él y siempre respondía lo mismo, que muy bien.
Y fue mi maestro de guitarra, pero sobre todo, de música tocada en la guitarra. Lo viví ya en el final de su carrera docente. Era uno de los pocos catedráticos de examen que consiguió su cátedra de esta forma y no por asignación, como después se ha venido haciendo. Es un hombre con una capacidad de comunicación tremenda y tenía mucho que enseñar —hoy día ya está retirado. Él ama la música, su historia, su estructura, su evolución. Pensó y reflexionó con profundidad sobre cómo interpretar la música en un instrumento que por tamaño parece quedar pequeño en comparación con la orquesta o el piano. Hay auténticas joyas compuestas para guitarra pero como muchas cosas, quedan en el cajón del olvido hasta que alguien las valora, las rescata y tal vez, las adapta a la actualidad. Este hombre supo meterme la música en la sangre y yo, gustosísima, me dejé ante tanta generosidad. Además ocurre que, las relaciones entre el alumno de instrumento y el profesor, son muy estrechas porque la convivencia es muy frecuente y durante bastante tiempo. De la misma forma que tu instrumento es una extensión de ti con la que quieres hacerte, el profesor es un alter ego que te debe de potenciar y empujar hacia adelante.
Solo tuve un desencuentro con él, pero supe responder y él supo rectificar. Gracias a lo que él me enseñó, a otras asignaturas indispensables y a mi propio criterio, guardo una anécdota respecto al examen de fin de carrera. Por un lado, el tribunal —en el cual no se encontraba mi profesor porque su hijo también se examinaba— que no contaba con que estuviera lista para el examen, me puso un aprobado en el repertorio de solista. Dicho repertorio estaba interpretado al estilo de muchos de los profesores de los que había recibido consejos y procedimientos. Sin embargo, el examen de concierto solista, tuve que prepararlo sola al noventa y nueve por ciento. Para colmo, el pianista acompañante que potenciaba mucho elección interpretativa, se corta un dedo la semana de antes del examen, que tuve que hacer con otra pianista con la que solo pude ensayar dos veces antes del examen con el tribunal. Aquí obtuve un notable y un gran aprendizaje: Fani, escúchalos pero usa tu criterio.
Finalmente, realicé el proyecto final, para el cual me encantó investigar, donde también obtuve un notable, aunque uno de los miembros del tribunal se quedara sopa durante la exposición —prometo que no fue aburrida. Estudié mucho esos tres años, mejor diría, trabajé mucho, porque parece lo mismo pero no lo es aunque vaya de la mano. Quién me iba a decir que eso solo iba a ser el calentamiento para los años que me esperaban.