Mi Evolución empieza y parece nunca acabar- Diario de mi Evolución© 1

Prefacio, en Salamanca a 7 de junio de 2017.
Querido Lector, has de saber que llevo varios años escribiendo para mí y que a la hora de escribir para los demás he querido adoptar muchas veces una forma que pudiera encajar en alguna parte del mundo actual. Eso me he generado no solo frustración, sino también la sensación de que algo no hacía bien, además de haberme vuelto muy exigente —por no escribir gilipollas. Me he hecho estudiar y mejorar todo lo posible, aunque creo que no lo he conseguido. Tengo la sensación de que tengo un tope, una limitación que me hace chascar la lengua en el paladar superior en señal de descontento.

Sinceramente creo que es muy difícil comunicarse y aunque vivimos todos en esta era donde lo que más abunda es la información y la apariencia, creo que sigue sin existir una comunicación sincera. Para empezar porque para comunicarse con fluidez hay que disponer de una intimidad que te lo permita. Creo que la comunicación no se da a niveles profundos y próximos a lo que cada uno es si estamos llenos de máscaras y actitudes que en realidad no nos pertenecen, aunque las hayamos adoptado.
Lo que quería decir al comienzo es que he optado por elegir la forma de expresarme que me es más familiar e íntima. Ya no tengo miedo a hablarte desde aquí y creo que es lo más respetuoso que puedo hacer por ambos.
Por eso, si en algún momento te sientes estúpido o estúpida, o molesta, no me lo tengas en cuenta. Solo escribo las palabras que salgan de mi corazón como el agua que presiona por salir de donde ya no tiene espacio. No hay en ellas intención alguna de ofender, herir o lastimar. Sé lo que es eso, ya lo he hecho y no podría seguir haciéndolo.
Por último, gracias por leerme, porque el que escucha y el que habla son un equipo de cuya relación puede salir algo positivo. Creo que de eso se trata.

Introducción.
Entonces, ¿de qué se trata pues este «Diario de mi Evolución»? Por la parte que me toca a mí, sacar de una vez por todas aquello que me presiona día adía. Es un afán y un deseo íntimo, no es una carga o una necesidad de desahogarme. Tengo tanto que decir que siento esa presión desde la adolescencia, donde lo percibí de forma evidente y clara. Me ocurrió que en aquel momento, no fui capaz, me faltó valor para hacer esto, que es contar mi vida. Por otro lado, aunque lo hubiese tenido, me faltaba la experiencia que me confirmara todo lo que sabía en aquel momento. Ahora no me puedo quejar porque de experiencia, ya estoy harta.
Por la parte que te toca creo que principalmente, te puede ayudar a identificar en palabras cosas, aspectos o situaciones que estén en ti de alguna manera. Tal vez con sus variaciones, pero tendrán una estela parecida. Y esto te puedo asegurar por experiencia que bien podría ser un horario con trabajo de oficina. De hecho lo es. El Conocimiento de la vida es toda una labor que requiere dedicación, constancia, entrega, valía, elaboración, respeto, honestidad, tiempo —mucho tiempo… Es un trabajazo, porque siempre hay algo nuevo que conocer, algún matiz que realizar y alguna experiencia que asimilar. A esta tarea estoy entregada, aunque muchos no la valoren, otros la desprecien o incluso yo misma, no entienda cómo para esto siempre tengo ganas, gusto y energía, me pese la vida lo que me pese.
Cómo no sé por dónde empezar, porque el tema es muy complejo, voy a comenzar por donde creo que debo, que es por darme a conocer, eso sí, sin «history telling» porque me respeto y os respeto.

DDME© 1- Mi Evolución empieza y parece nunca acabar.
En este momento tengo 31 años de edad, me llamo Estefanía y aunque si mis recursos fueran otros no sería esta la ciudad en la que viviría, me encuentro en Salamanca. Hace más de nueve años que llegué. Decidí vivirme en una situación personal «algo así» y con una lista en la estación de autobuses de Sevilla, en la que escribí los aspectos positivos y negativos de vivir en ambas ciudades, donde la lógica aplastante se dejó caer. Sin embargo, después de todo lo vivido aquí en Salamanca, he llegado a pensar varias veces que lo mejor hubiera sido lo contrario, haber continuado en Sevilla donde no tenía un duro pero me sentía libre. Siempre lo digo, estaba jodida, pero libre.
No es que mi vida haya sido un dramón estridente, no me he enganchado a la coca ni me he metido en la prostitución, aunque este no es tema, lo que importa creo —o al menos lo que me importa a mí— es cómo he vivido las cosas. Desde mi perspectiva lógica algo exageradas, desde la perspectiva de mi corazón, las he vivido así porque realmente duelen. Desde la reflexión, el tiempo y la escritura, ni lo uno ni lo otro, pero con la presencia de ambas a la vez y todos los matices intermedios.
Algunas veces me ha dado por pensar que mucha gente me rechaza porque soy distinta. Reconozco que esto es algo peligroso porque te puede empujar a creer que eres algo especial y diferente y ahí, justificar las reacciones ajenas. Pero luego, lo que he visto es que, aceptando que soy distinta, lo único que me pasa es que no me gusta lo que les suele gustar a los demás y, que cuando he hecho porque sea así, no ha sido más que por lo que pudieran llegar a decirme o hacerme los demás —más miedo de nuevo.
Reconozco que desde la infancia hasta hace poco he hecho un gran esfuerzo por insertarme y encajar con la vida, aclarando de paso, que a lo que me refiero con la palabra «vida», es a lo que popularmente se refiere la gente cuando usa este sentido del término, apuntando en realidad al resultado de sí mismos en suma con la sociedad. Por eso, voy a rectificar y decir que, desde la infancia hasta ahora, he hecho un gran esfuerzo por insertarme y encajar en la sociedad y lo que los adultos que me habían precedido habían dejado hecho —o medio hecho, como los filetes.
En cuanto a mi andadura socio-laboral —he decidido llamarlo así porque hoy día sigue existiendo un lugar social en el que eres encajonado según la profesión que tengas o los estudios que hayas realizado— decidí, también adolescente, dedicarme a la guitarra y circunstancialmente a la clásica, porque esta especialidad era la única a la que tenía según mis posibilidades y gustos. Realmente creía que era la forma de poder ganarme la vida sin que ello me supusiera mucho estrago. He de reconocer que la perspectiva del trabajo que me rodeaba me causaba auténtico sufrimiento: ahogo, desaliento, incapacidad, pequeñez, mediocridad, asfixia, pánico, depresión, resquemor e incluso, náuseas. Así que haciendo un gran esfuerzo entré al Conservatorio, me preparé la prueba de acceso a grado medio y entré. Luego más tarde, accedí al grado superior.
La mayoría de la gente tiene una imagen distorsionada —contando con que tenga alguna— de lo que es tocar un instrumento, y ni qué decir ya de la guitarra que, al ser un instrumento tan popular, permanece oculta en su potencial y no descubierta en su modalidad de clásica. Estudiar un instrumento puede ser desde un sacrificio hasta un gran elitismo. Para empezar, mientras los demás descansan y se divierten, tú estás estudiando —practicando suele decirse— y si, como fue mi caso, eres tú mismo el que paga sus estudios y el material, ni te cuento: pasas a ser un auténtico ermitaño que concentra su vida en dormir, comer, estudiar, ir a clase y trabajar en el puesto de turno. El elitismo queda entonces para aquellos que pueden estudiar ocho horas el instrumento que le han pagado sus padres, que pueden salir de España para estudiar un buen máster y continuar con su carrera musical por el camino que decidan.
Como entré mayor al conservatorio y no tenía base técnica de guitarra clásica, me sentí bastante rezagada respecto a mis compañeros durante los nueve años totales de estudio que duró el periplo. Algunos compañeros con más ego te lo dejaban bien claro incluso, en su forma de relacionarse contigo. Lo cierto es que tuve bastante suerte. El primer año tuve un profesor que se encargó de explicarle a mi madre que la guitarra, era un estudio y una dedicación tan válida como cualquier otra. Esto me ayudó porque convenció a mi madre, que acepto esta opción como válida para mi futuro académico. Ahora que lo pienso, creo que esto le sirvió a ella de entrenamiento, porque luego me metí en algo «menos válido» aún. Mi profesor que era interino se ocupó de dejarme también con una buena pedagoga de guitarra clásica del conservatorio de Jaén en aquella época. Mi suerte continuó, porque luego en Salamanca —después de haber hecho el primer curso en Sevilla bajo la enseñanza de buenos profesores también— topé con un catedrático a punto de jubilarse, que consiguió que me metiera la música en la cabeza, que la entendiera, que la comprendiera y que la expresara a través del instrumento.
Al acabar pude trabajar una pequeña jornada en una escuela durante dos cursos. Para el tercero que venía, la crisis en España estaba muy afincada, me fui de la escuela por falta de condiciones laborales y al poco, dejé la guitarra bajo la perplejidad, el descontento e incluso, el desprecio de algunos.
He hecho y sigo haciendo esfuerzos por solucionar «mi tema laboral» pero a día de hoy no lo he conseguido. Veo con claridad que aunque muchos se toman ciertas molestias para decir o hacer ver lo contrario, la realidad económica de este país, es una estafa.
Así que aquí estoy, escribiendo, pase lo que pase, haga laboralmente lo que haga. Escribo, escribo y escribo porque si no, esta realidad, ya habría acabado conmigo.