Comunicando y Creando, que son gerundio- Diario de mi Evolución© 4

Mis horas con las escaleras emocionales para ponerme un poquito mejor cada día, con los dibujos y afiches que hacía de mí misma, en los que me dibujaba mucho más feliz de lo que estaba y también, los resultados que obtenía —era impresionante todos los descubrimientos internos que iba haciendo sobre cómo estar mejor—, me llevaron a decidir y ver que me beneficiaba mucho más dedicarme a compartir y enseñar a otros mis descubrimientos que tocar la guitarra de forma autista. Aquello me hacía estar realmente mejor y solo tenía que sentarme al escritorio a escribir, pensar y practicar en mi día a día lo que iba descubriendo. En febrero de 2014, fue la primera que me animé a dar una charla y a ofrecer un taller de bienestar. La charla la di en un bar que estaba recién abierto, sobre el trabajo personal que había ido haciendo con el tarot. Tuvo menos éxito de lo que yo hubiese querido pero me ayudó a empezar dos pequeños talleres. A uno lo llamé «Las 9 casas del Ermitaño» y al otro, «taller de Bienestar». En ambos me encargaba de organizar y proponer lo que llamaba «trabajo interior», que viene a ser el acto de usar tus capacidades para solucionar tus conflictos internos y recuperar tu bienestar personal.

Aquellos talleres, una vez concluidos no me parecieron suficientes, así que a partir de ahí, dediqué mucho tiempo y esfuerzo a crear más talleres desde perspectivas distintas. Si los cuento hasta la fecha, me salen dieciocho talleres distintos. También formé una escuela, que me servía y me sirve todavía como plataforma. Me dediqué a publicar artículos, grabar audios para una pequeña emisora online y vídeos para YouTube.
Si alguien en el colegio me llega a decir que iba a atreverme a hacer todo esto, le hubiese tomado por loco, estoy segura.
Bien, todo esto es la parte visible de este episodio que comenzó, más o menos en 2014. Ahora voy a por la menos visible y que ha estado ocurriendo de forma paralela y transversal a este cambio de conciencia y para ello, voy a rebobinar.
Ha habido dos acontecimientos que, como se suele decir, me han marcado mucho. El primero es la ausencia de mi padre. El segundo, la demencia senil de mi abuela. Es en este último hecho en el que me voy a centrar de momento.
Mi abuela fue la persona con la que más tiempo he pasado hasta ahora. Se encargó de cuidarme, de hacernos la comida y de acompañarnos en la infancia. Conforme fue envejeciendo las tornas fueron cambiando. El verano antes de yo cumplir los 19 o 20 años, comenzó a sufrir episodios severos de amnesia, hasta tal punto que me asusté. Perdía memoria muy rápido y la vi cambiar mucho, y aunque la convencí para que se viniera a vivir a casa de mi madre, a las dos semanas estábamos en urgencias. La diabetes se le disparó y tuvo dos episodios fuertes de hiperglucemia, el segundo pudo haberle costado un coma. Tras ingresarla en planta mi madre y mi tío insistieron en que le revisaran el pie izquierdo, en el que tenía una herida que se había hecho en el juanete durante el verano. Habíamos ido a que se le hicieran las curas, pero en tres días, se le había gangrenado el pie, en lo que estuvo ingresada con la segunda hiperglucemia. Para cuando le miraron el pie ya estaba bastante afectado. Le dieron dos opciones: cortarse media pierna o irse a casa con morfina. Ella, que en aquel momento estaba bastante lúcida dijo que, prefería irse a casa, que no quería ser una carga para sus hijos ni para nadie. Mi tío pidió ayuda a los psicólogos del hospital y consiguieron en resumen, que accediera a operarse. La operación fue rápida, le cortaron la pierna por encima de la rodilla y prevenir otro brote. Al poco tiempo, estaba en casa y como consecuencia de la operación y el principio de demencia que acusaba, vivió en una demencia senil hasta el final de sus días. Poco a poco la persona que yo conocía, empezó a transformarse y ser distinta en su cotidianidad.
Por mi parte todo aquello lo viví con un drama atroz. Para empezar porque en la convivencia mi abuela me había dejado claro que no quería ni estar dependiente ni ser una carga para nadie, en varias y distintas ocasiones. Por otro lado tampoco supe decir nada en aquel momento antes de la operación. Esa impotencia me dolía en lo más profundo de mi corazón, me causó mucha angustia cómo sucedió todo. Ahí, añadiendo que el carácter de mi madre me podía, fue cuando me di cuenta de que mi abuela había hecho mucho más que en lo que a simple vista podía parecer. Cuando lo he contado a alguna amistad, siempre he recurrido al mismo ejemplo: desde que mi abuela cambió de estado de conciencia me siento como si me hubiesen quitado de sopetón la silla en la que estaba sentada y me hubiese caído de culo al suelo. Me sentí muy confusa a partir de entonces, porque gritaba y gritaba y nadie parecía oírme. También, porque lo que empezaba a ver en cada uno de los que me rodeaba, me resultaba incomprensible. En aquel momento, me enfadé mucho y al ver lo mal que llevaba cómo estaban sucediendo las cosas, decidí anticiparme a nivel psicológico para cuando mi abuela muriera. De hecho, y sé que puede sonar egoísta, para mí una parte de mi abuela murió cuando dejó de ser ella. Eso se acababa y así fue.